Leo noticias de que el 2020 ha sido el peor año de la historia, las redes se llenan de memes que "lo corroboran", la revista Times, etc.
Este blog comenzó siendo un confesionario donde compartía mi camino de la mano del trastorno por atracón. Ahora, lejos de cumplir los criterios del DSM-V, sigo compartiendo mi proceso. Soy médica de familia pero mi proceso ha hecho que quiera darle otro enfoque a mi profesión, por lo que sigo formándome para poder ser psicoterapeuta y poder compartir lo que tanto me ayudó. *ATENCIÓN*: En este blog hay cosas escritas de hace muchos años teñidas por mi propia gordofobia. Sigo deconstruyéndome.
domingo, 27 de diciembre de 2020
2020, tampoco ha sido el peor año de mi vida.
domingo, 15 de noviembre de 2020
LAS MENTIRAS QUE ME CUENTO
He estado pensando sobre las mentiras que me cuento. También lo veo en las redes sociales.
El enmascarar la dieta con el "estoy comiendo sano" o "hago deporte para sentirme más ágil" cuando sigues pesando la comida o si un día no sales a caminar tienes ansiedad.
Ojo, si yo veo esto y me fijo en estas cosas es porque a mí también me pasa, se llama proyección.
Años intentando salir de la cultura de la dieta y de que el número en la báscula no me importe, en muchas ocasiones lo siento así. Pero hay otras veces que, para qué me voy a engañar, no es así y tengo que ser sincera conmigo misma.
No me peso, pero tengo un pantalón en el armario que sé que si me entra peso 58kg. Y muchos días estoy deseando que me entre y si lo hace, sabré mi peso.
No me peso cada mañana y no cada día me importa ese pantalón, pero también hay cierta obsesión ahí. Aunque no lo cuente, aunque me de vergüenza admitirlo, está ahí.
Y hay días que me quedo mirándome la barbilla a ver si tengo menos papada o miro mis pómulos a ver si están más marcados. Y a veces sueño con pesar 55kg, como si eso me fuera a salvar la vida.
Con el estrés del trabajo y el coronavirus, he llegado a pensar que "por lo menos no he engordado". Da igual si he estado "mal" (ansiosa, inquieta, triste, rabiosa...), lo compensa el no haber engordado.
A veces me doy vergüenza, pero por eso lo cuento, porque sé que no estoy sola en esto.
El otro día vi un trozo de una charla con Mireia Hurtado donde decía que cuando consiguió estar muy flaca y vio que después ya no había nada más, entró en una depresión. ¿estar más delgada para qué? ¿para quién?
Pensamientos que a veces están más presentes, otras menos.
Los días que están menos presentes son los días que me noto tranquila y que me cuido y me nutro. Quizá ese día me coma un donuts o no haga deporte, pero escucho a mi cuerpo y no hay neurosis que me haga sentir mal por lo que hago.
Me gustaría dar a entender que por muchas cosas y reflexiones bonitas que se digan en las redes, post de gente haciendo deporte, incluso yo posteando comida como si no me importara lo que como, en este proceso nada es lineal.
Y tú, ¿en qué te mientes?
domingo, 8 de noviembre de 2020
PEDIR AYUDA: MÁS ALLÁ DEL DIAGNÓSTICO
Hace un tiempo, una paciente (o usuaria el sistema nacional de salud) me pidió que la derivara a la unidad de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), y tras la anamnesis (o entrevista clínica) no me hizo falta mucho para entender su problema con la comida.
Antes de ir a la unidad especializada tuvo una visita con una psiquiatra fuera de la unidad que consideró que la debían ver en la unidad especializada en TCA. Una vez en la unidad especializada le dijeron que probablemente lo que tenía era un trastorno de ansiedad que le llevaba a comer compulsivamente y que probablemente no la podrían ayudar allí.
Qué desesperación, "no la querían" ni en un sitio ni en el otro. Ella solo quería ayuda. Esto pasa mucho en el mundo de la medicina tan especializado: "esto no es mío, que lo vea otro" y así el paciente se pasa dando vueltas y la casa sin barrer.
Me desvío del tema. El caso, con lo difícil que puede ser llegar a pedir ayuda y que no sea nada fácil que te la den. Primero tienen que definir bien la etiqueta que te van a poner y después ya si eso te ayudamos. Que no digo que una etiqueta no pueda ayudar a la ahora de enfocar el diagnóstico, pero el sufrimiento de la persona ya está ahí, da igual el nombre que le pongas.
Creo que aquí también entra el estigma social y del colectivo médico con respecto a los TCA: si no pesas 30 kg y no se te notan todos los huesos, no tienes TCA.
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Yo nunca fui a pedir ayuda a ninguna doctora ¿no estaba tan grave? Nunca llegué a pesar 30kg aunque sí lo deseaba.
Nunca fui, primero porque pensaba que no tenía derecho a pedir ayuda ni a ser ayudada. Segundo, porque me daba vergüenza reconocer lo que hacía (atracones a escondidas sobre todo), incluso reconocérmelo a mi misma. Tercero, pensaba que algún día se iría solo. Cuarto, pensaba que no era tan grave, aunque me hiciera sufrir tanto, al fin y al cabo lo que la gente no ve no existes, ¿no? (ironía).
¿Y quien me lo diagnosticó? Fue leyendo los apuntes sobre los trastornos de la conducta alimentaria en la asignatura de Psiquiatría en 5º de medicina donde me di cuenta. Por aquel entonces el trastorno por atracón aún no era una entidad independiente en el DSM*, pero sí que estaba en los trastornos no especificados.
*El DSM es ese libro de la asociación estadounidense de psiquiatría que clasifica los trastornos mentales conforme se van descubriendo fármacos nuevos para que ninguna conducta esté exenta de tomar un fármaco para así, seguir lucrando a las farmacéuticas (bueno, quizá esta definición no es la más correcta y tiene un poco de opinión personal, pero para otras definiciones ya está Google).
Antes hablaba sobre las etiquetas y el tiempo que se pierde cuando alguien necesita ayuda, pero como seres humanos necesitamos encajar, o por lo menos yo necesito encajar, y cuando leí que lo que me pasaba tenía un nombre, hubo una parte de mí que descansó, aunque aún me quedara mucho por andar.
En cuanto al pedir ayuda... cuesta y costó. Me apunté a un curso sobre autoestima y recuerdo que la docente nos dejó su correo electrónico. En aquel entonces la docente era lo más cercano a una terapeuta que yo conocía y sé que hacía sesiones individuales. Me habría encantado pedirle ayuda, en lugar de ello le escribí un correo electrónico pidiéndole bibliografía cuando lo que quería pedirle locamente era una sesión individual.
Al igual que la primera vez que fui a la psicóloga. Ahora soy fan número uno de la terapia y hablo de la mía sin reparo, pero la primera vez que fui fue porque una amiga me dijo "hasta aquí" y me cogió día y hora con una psicóloga y no me dio opción. Y menos mal.
Quizá el no pedir ayuda va enmascarado de orgullo y un "yo no necesito nada" pero eso es irreal. Tod@s somos interdependientes y el necesitar no nos hace peores, al revés. Dejar ver nuestra vulnerabilidad es de valientes, y esta es una asignatura que aún me cuesta. Pero aquí seguimos.
Me encantaría leer vuestra experiencia con la psiquiatría y el TCA.
lunes, 27 de abril de 2020
Mi silla vacía de hoy
Mi parte vulnerable viene más del ahora, de lo que le está pasando, la otra viene de sensaciones guardadas, de algo que no está pasando ahora. Viene de lo que entendió de niña y que ahora no le ayuda.
No sé quién hizo esta foto, pero me tomo el permiso para retocarla que no se vean las caras |
domingo, 5 de abril de 2020
¿Cómo estás?
Y con cada límite que pongo, con cada "no" que digo, esa voz se hace más grande y esa soga me aprieta más.
Y buscando la aceptación externa me consumo, y buscando la validación externa me pierdo.
Pero, ¿qué se pide de mí? ¿qué me pido a mí? Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo, y lo que puedo puede ser diferente cada día.
Y me invalido. Porque hay gente peor que yo, entonces no me puedo quejar. No puedo estar triste porque hay gente peor que yo. No puedo estar cansada porque hay gente peor que yo.
Y así la soga va apretando.
"Mejor ser una máquina, así no siento, así puedo estar al 100%, seré perfecta y así todxs me amarán".
Y así me muero por dentro. Así me alejo de mí. Así pongo capas de hormigón armado en mi búnker, así me deshumanizo, así tengo insomnio, así tengo un brote de Crohn, así me duele la cabeza, así me pierdo.
Y entonces llega el aceptar. Aceptar que puedo tener miedo. Aceptar que no soy autosuficiente. Aceptar que te necesito. Aceptar que me puedo enfadar, aceptar que puedo hacerte daño. Aceptar mi parte oscura, mi sombra. Aceptar mi parte sádica que en ocasiones quiere mandarte a la mierda. Aceptar que a veces me la suda tu puto problema. Aceptar que puedo odiar. Aceptar que a veces siento instintos asesinos y le reventaba la cabeza a más de unx (metafóricamente, no quiero ir a la cárcel por esto). Aceptar que a veces me aburres. Aceptar que a veces sólo miro por mí. Aceptar mi poder de hacer lo que me de la real gana y acoger a esa voz que tiene miedo de que la rechacen.
Pues así revientan mis intestinos.
¿Cómo estás?
Ni triste ni alegre,
Ni mucho ni poco,
Ni débil ni fuerte,
Ni cuerda ni loca.
Pedro Guerra - Ni todo lo contrario