domingo, 15 de noviembre de 2020

LAS MENTIRAS QUE ME CUENTO

He estado pensando sobre las mentiras que me cuento. También lo veo en las redes sociales. 

El enmascarar la dieta con el "estoy comiendo sano" o "hago deporte para sentirme más ágil" cuando sigues pesando la comida o si un día no sales a caminar tienes ansiedad. 

Ojo, si yo veo esto y me fijo en estas cosas es porque a mí también me pasa, se llama proyección. 

Años intentando salir de la cultura de la dieta y de que el número en la báscula no me importe, en muchas ocasiones lo siento así. Pero hay otras veces que, para qué me voy a engañar, no es así y tengo que ser sincera conmigo misma. 

No me peso, pero tengo un pantalón en el armario que sé que si me entra peso 58kg. Y muchos días estoy deseando que me entre y si lo hace, sabré mi peso. 

No me peso cada mañana y no cada día me importa ese pantalón, pero también hay cierta obsesión ahí. Aunque no lo cuente, aunque me de vergüenza admitirlo, está ahí. 

Y hay días que me quedo mirándome la barbilla a ver si tengo menos papada o miro mis pómulos a ver si están más marcados. Y a veces sueño con pesar 55kg, como si eso me fuera a salvar la vida. 

Con el estrés del trabajo y el coronavirus, he llegado a pensar que "por lo menos no he engordado". Da igual si he estado "mal" (ansiosa, inquieta, triste, rabiosa...), lo compensa el no haber engordado. 

A veces me doy vergüenza, pero por eso lo cuento, porque sé que no estoy sola en esto. 

El otro día vi un trozo de una charla con Mireia Hurtado donde decía que cuando consiguió estar muy flaca y vio que después ya no había nada más, entró en una depresión. ¿estar más delgada para qué? ¿para quién?

Pensamientos que a veces están más presentes, otras menos. 

Los días que están menos presentes son los días que me noto tranquila y que me cuido y me nutro. Quizá ese día me coma un donuts o no haga deporte, pero escucho a mi cuerpo y no hay neurosis que me haga sentir mal por lo que hago. 

Me gustaría dar a entender que por muchas cosas y reflexiones bonitas que se digan en las redes, post de gente haciendo deporte, incluso yo posteando comida como si no me importara lo que como, en este proceso nada es lineal. 


Y tú, ¿en qué te mientes? 



domingo, 8 de noviembre de 2020

PEDIR AYUDA: MÁS ALLÁ DEL DIAGNÓSTICO

    Hace un tiempo, una paciente (o usuaria el sistema nacional de salud) me pidió que la derivara a la unidad de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), y tras la anamnesis (o entrevista clínica) no me hizo falta mucho para entender su problema con la comida.

 Antes de ir a la unidad especializada tuvo una visita con una psiquiatra fuera de la unidad que consideró que la debían ver en la unidad especializada en TCA. Una vez en la unidad especializada le dijeron que probablemente lo que tenía era un trastorno de ansiedad  que le llevaba a comer compulsivamente y que probablemente no la podrían ayudar allí. 

    Qué desesperación, "no la querían" ni en un sitio ni en el otro. Ella solo quería ayuda. Esto pasa mucho en el mundo de la medicina tan especializado: "esto no es mío, que lo vea otro" y así el paciente se pasa dando vueltas y la casa sin barrer. 

    Me desvío del tema. El caso, con lo difícil que puede ser llegar a pedir ayuda y que no sea nada fácil que te la den. Primero tienen que definir bien la etiqueta que te van a poner y después ya si eso te ayudamos. Que no digo que una etiqueta no pueda ayudar a la ahora de enfocar el diagnóstico, pero el sufrimiento de la persona ya está ahí, da igual el nombre que le pongas. 

    Creo que aquí también entra el estigma social y del colectivo médico con respecto a los TCA: si no pesas 30 kg y no se te notan todos los huesos, no tienes TCA. 

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    Yo nunca fui a pedir ayuda a ninguna doctora ¿no estaba tan grave? Nunca llegué a pesar 30kg aunque sí lo deseaba. 

    Nunca fui, primero porque pensaba que no tenía derecho a pedir ayuda ni a ser ayudada. Segundo, porque me daba vergüenza reconocer lo que hacía (atracones a escondidas sobre todo), incluso reconocérmelo a mi misma. Tercero, pensaba que algún día se iría solo. Cuarto, pensaba que no era tan grave, aunque me hiciera sufrir tanto, al fin y al cabo lo que la gente no ve no existes, ¿no? (ironía).

    ¿Y quien me lo diagnosticó? Fue leyendo los apuntes sobre los trastornos de la conducta alimentaria en la asignatura de Psiquiatría en 5º de medicina donde me di cuenta. Por aquel entonces el trastorno por atracón aún no era una entidad independiente en el DSM*, pero sí que estaba en los trastornos no especificados. 

    *El DSM es ese libro de la asociación estadounidense de psiquiatría que clasifica los trastornos mentales conforme se van descubriendo fármacos nuevos para que ninguna conducta esté exenta de tomar un fármaco para así, seguir lucrando a las farmacéuticas (bueno, quizá esta definición no es la más correcta y tiene un poco de opinión personal, pero para otras definiciones ya está Google). 

    Antes hablaba sobre las etiquetas y el tiempo que se pierde cuando alguien necesita ayuda, pero como seres humanos necesitamos encajar, o por lo menos yo necesito encajar, y cuando leí que lo que me pasaba tenía un nombre, hubo una parte de mí que descansó, aunque aún me quedara mucho por andar. 

    En cuanto al pedir ayuda... cuesta y costó. Me apunté a un curso sobre autoestima y recuerdo que la docente nos dejó su correo electrónico. En aquel entonces la docente era lo más cercano a una terapeuta que yo conocía y sé que hacía sesiones individuales. Me habría encantado pedirle ayuda, en lugar de ello le escribí un correo electrónico pidiéndole bibliografía cuando lo que quería pedirle locamente era  una sesión individual. 

    Al igual que la primera vez que fui a la psicóloga. Ahora soy  fan número uno de la terapia y hablo de la mía sin reparo, pero la primera vez que fui fue porque una amiga me dijo "hasta aquí" y me cogió día y hora con una psicóloga y no me dio opción. Y menos mal. 

    Quizá el no pedir ayuda va enmascarado de orgullo y un "yo no necesito nada" pero eso es irreal. Tod@s somos interdependientes y el necesitar no nos hace peores, al revés. Dejar ver nuestra vulnerabilidad es de valientes, y esta es una asignatura que aún me cuesta. Pero aquí seguimos. 

Me encantaría leer vuestra experiencia con la psiquiatría y el TCA.