lunes, 27 de abril de 2020

Mi silla vacía de hoy

Sentía una inquietud en mi interior y le he dado voz, me han salido dos polaridades, una que machaca a la otra:
Contexto: salida ayer de lxs niñxs a la calle, puse un post: "Ahora tdxs lxs sanitarixs nos cogemos la baja por ansiedad y que la selección natural haga el resto". 
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Parte juzgona, robótica, de piedra:
-Mira Natalia que se cree todo lo que dicen en la tele (en relación a las salidas masivas de las familias) como si todo el mundo lo estuviera haciendo mal. 
-Ahora te rechazarán porque has dicho algo que te pondrá en contra mucha gente. 
-La gente con hijxs te odiará, ¿cómo te atreves a decir eso?
-Y te crees el centro del mundo pensando que te odiarán si tu opinión no vale una mierda. 
-Y encima tienes que escribir para justificarte y que te quieran, ¿es que no te puedes aguantar?
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Parte vulnerable, la que siente:
-Tengo miedo.
-Sólo me viene a la cabeza las dos horribles semanas que viví (estando en el pico sin  saberlo), donde cada día enviaba al hospital de 2 a 4 personas, algunas en parejas y que estaban muy malitas, las personas que llamaba para hacerles control y que cada día estaban peor, las alarmas por defunción que iban apareciendo...
-Semanas llorando de tristeza, impotencia, rabia...  miedo que se repitan. 
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La primera parte a la defensiva, con el miedo al qué dirán, al qué pensaran de mí, aquella que rige mi actuar pero que ayer al publicar el post dejó de lado y que entonces vuelve con más fuerza. 
La que piensa que tiene que hacerlo todo BIEN para que la quieran, para que la acepten, para no quedarse sola. La que cree que tiene que pensar como todo el mundo y adaptar su discurso según con la persona que esté para que la acepten, cosa que se ha enseñado a hacer muy bien.

La segunda, la parte que no puedo negar, porque los sentimientos los tengo y no me puedo engañar (bueno, por poder puedo porque lo he hecho muchas veces, pero ahora no quiero). La parte que sale más de dentro, del corazón y de las tripas.

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Como observadora (integración):
Las dos partes tienen miedo en el fondo, una miedo al que dirán y a que la dejen de querer, la otra miedo a un futuro incierto que no puede controlar, así que hablan desde el mismo sitio, cosa que me ayuda a entenderlas. 
La del "miedo al que dirán" es la que me crea taquicardia y la sensación de estar suspendida en el aire pudiendo caer en cualquier momento, pero ahí está, la acojo aunque a veces me cueste.
Mi parte vulnerable viene más del ahora, de lo que le está pasando, la otra viene de sensaciones guardadas, de algo que no está pasando ahora. Viene de lo que entendió de niña y que ahora no le ayuda. 

Me doy cuenta de que tengo miedo y que este miedo viene de dos partes, las acojo, no lucho contra ellas ni las pongo a pelear. 

Y hasta aquí mi terapia de hoy. 

No sé quién hizo esta foto, pero me tomo el permiso para retocarla que no se vean las caras

domingo, 5 de abril de 2020

¿Cómo estás?

Tengo dificultades. 
A veces me es difícil saber lo que siento, como si tuviera una soga en el cuello que no dejara pasar los mensajes entre la cabeza y el cuerpo, como si mis sentimientos estuvieran dentro de un búnker cuya puerta es difícil de encontrar, como si tuviera una venda en el corazón. 

Pero el cuerpo me envía señales. Ansiedad. ¿Qué es la ansiedad? En la Gestalt me han enseñado que la ansiedad es la antesala a algo concreto, algo que te está pasando, algo que te está activando por dentro, que llama tu atención. Es un "¡eooooooo! ¡estoy aquí! ¡no pases de mí o te voy a hacer pasarlo mal!". Y ¿qué es lo que está ahí? Ahí está el asunto difícil para mí, detectarlo. 

Confundo la tristeza, la rabia, el miedo...  ¿puedo sentirlo todo a la vez? ¿me lo permito?
Estar con estas emociones no me es fácil. "Si estoy triste no me querrán", "si estoy enfadada creo mal ambiente y me rechazarán", "si no me apetece sonreír y pongo mala cara me odiarán", "si pongo un límite cuando algo me molesta o simplemente porque no lo puedo atender en ese momento... me quedaré sola". 

Y evitando sentir esas emociones he vivido mucho tiempo, intentando sonreír aunque no me encontrara bien, camuflando mi malestar, dejándolo salir sólo cuando estoy a solas, sin que nadie se entere, llorando a escondidas... y como no... intenté hacerlo desaparecer con comida. Atracones, sólo un síntomas. 

En estos momentos me estoy oyendo una voz, una voz que sube de mis tinieblas, desde mi inframundo, desde mis fantasmas, una voz de auxilio: por favor, no me dejéis de querer si estoy triste, si no gasto bromas, si digo que no a un encuentro. No me dejéis de querer si no respondo a vuestras llamadas, si os hablo mal en un momento de estrés. No me dejéis de querer si os pongo mala cara. 
¡Acéptame por favor! Acéptame si no estoy al 100%. Acéptame si no soy útil, acéptame si  no me sale bien el bizcocho, acéptame si no cumplo con mi deber. Acéptame. 

Y con cada límite que pongo, con cada "no" que digo, esa voz se hace más grande y esa soga me aprieta más.
Y buscando la aceptación externa me consumo, y buscando la validación externa me pierdo.

Pero, ¿qué se pide de mí? ¿qué me pido a mí? Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo.
Hago lo que puedo, y lo que puedo puede ser diferente cada día.

Y me invalido. Porque hay gente peor que yo, entonces no me puedo quejar. No puedo estar triste porque hay gente peor que yo. No puedo estar cansada porque hay gente peor que yo.
Y así la soga va apretando.

"Mejor ser una máquina, así no siento, así puedo estar al 100%, seré perfecta y así todxs me amarán".
Y así me muero por dentro. Así me alejo de mí. Así pongo capas de hormigón armado en mi búnker, así me deshumanizo, así tengo insomnio, así tengo un brote de Crohn, así me duele la cabeza, así me pierdo.

Y entonces llega el aceptar. Aceptar que puedo tener miedo. Aceptar que no soy autosuficiente. Aceptar que te necesito. Aceptar que me puedo enfadar, aceptar que puedo hacerte daño. Aceptar mi parte oscura, mi sombra. Aceptar mi parte sádica que en ocasiones quiere mandarte a la mierda. Aceptar que a veces me la suda tu puto problema. Aceptar que puedo odiar. Aceptar que a veces siento instintos asesinos y le reventaba la cabeza a más de unx (metafóricamente, no quiero ir a la cárcel por esto). Aceptar que a veces me aburres. Aceptar que a veces sólo miro por mí. Aceptar mi poder de hacer lo que me de la real gana y acoger a esa voz que tiene miedo de que la rechacen.

Pues así revientan mis intestinos.

¿Cómo estás?

Ni triste ni alegre,
Ni mucho ni poco,
Ni débil ni fuerte,
Ni cuerda ni loca. 
Pedro Guerra - Ni todo lo contrario