sábado, 15 de marzo de 2014

PASO DE GIGANTE



"Nada desaparece hasta que no has aprendido lo que te tenía que enseñar."

A pesar de que mi último par de entradas sean un poco negativas y con una visión un poco sesgada por el mar de sentimientos que azotaban mi cabeza en ese momento, el balance no es para nada así. Tampoco me encuentro en un momento eufórico donde llueven piruletas (menos mal, porque si no me las comería todas :P) y todo es de color de rosa. Estoy aquí, que ya es bastante.

Creo que he avanzado mucho en estos últimos años, lo sé por hechos concretos.
He pasado unos días viajando con amig@s y he tenido la oportunidad de enfrentarme a diferentes situaciones.

He tenido momentos de sentirme rechazada y ridícula. He oído comentarios hacia mi persona no del todo agradables por parte de personas que no conocía.
Supongo que es normal, ya que en ocasiones, sobretodo con alguna copa de más, me gusta interactuar con la gente y hacerlos sentirse especiales como a mí me hubiera gustado que hubieran hecho conmigo en algún momento.
Me gusta que haya unión entre la gente y a veces soy un poco follonera.
Me gusta quitarme los complejos de vez en cuando y bailar y actuar como una más o incluso más efusivamente. Y supongo que eso choca.
Choca ver a una chica de metro y medio con sobrepeso y ropa no acorde estrictamente a los cánones sociales sintiéndose a gusto consigo misma y disfrutando del momento. Choca ver que esa chica actúa como si no la estuviera viendo nadie, como si no sintiera vergüenza por ser quien es. Choca ver que esa chica se acerca a hablar con la gente por el mero hecho de conocerla, sin otras intenciones.
Choca ver como esa chica se salta las reglas sociales de postureo y puede llegar a ser incluso vulgar para esos rangos.
No les culpo. Estamos llenos de reglas y normas sociales y salirse de ellas puede suponer un hecho arriesgado.
Esta es mi visión ahora, sólo mía, supongo que porque me hace sentir especial y en cierta manera alimenta a mi ego, pero es la que me hace bien a mí, la que hace que no me sienta mal.

En otras ocasiones me habría derrumbado al haber oído esos comentarios, a pesar de que vinieran de gente que no conozco. Me habría encerrado en mí misma y lo hubiera achacado todo a estar gorda. Hubiera derivado en mal humor y en conductas bordes y cortantes a los que sí me aprecian, pero esta vez no ha sido así, o por lo menos no tan arraigadamente.
Por supuesto que esos pensamientos aparecieron por mi mente, pero no les dejé que se quedaran por mucho tiempo, no les dejé anidar allí.


También me he enfrentado al hecho de decir lo que pensaba o lo que me apetecía en cada momento. Otro hecho arriesgado allá donde los haya. Este lo controlo menos, supongo que porque a veces me paso y a veces me quedo corta.
Creo que aquí hay que ser muy cuidadosos con lo que se dice, porque a veces el ego te puede jugar malas pasadas y te guía por donde no es. Pero si algo he aprendido también, es que tienes que ir probando para ver lo que te hace bien.
Quizá alguna vez digas algo que te haga sentir mal después, entonces ya sabes que eso no era realmente lo que querías decir o sí lo era pero tienes que dejar de hacerte sentir mal. No tienes que guiarte por el: "Si él lo hace así, pues yo también" o "Si ella es así de pesada para conseguir lo que quiere, ¿por qué yo no?". Pues porque amor, cada uno es como es, así que guíate por tus necesidades y encuentra tu propia forma de hacer las cosas, la que vaya acorde con tu esencia.

Después de esto me he enfrentado al hecho de pensar que si empiezo a cambiar para estar bien conmigo misma, pidiendo y aceptando ayuda, compartiendo opiniones, mostrando mis necesidades... quizá cambie demasiado y a la gente ya no le guste ese yo... Supongo que son cosas que pueden pasar  pero ¿realmente vale la pena sacrificar mi bienestar por seguir siendo aceptada por los demás? ¡Los beneficios no son comparables! Y sé que al final del camino el estar bien conmigo misma sólo me va a hacer estar bien con los demás.


Y no podía faltar ese tema... ¡la comida! Claro que sí, ¡cómo la íbamos a obviar!
Este viaje ha sido diferente. Me he rendido. ¡Mi esbelta y culpabilizadora jueza se ha rendido y me ha dejado disfrutar! Le costó unos días, pero al ver que no me estaba dejando disfrutar del momento, al final se tranquilizó y me dejó en paz la mayor (no todo, pero poco a poco) parte del tiempo. Qué liberación. Qué tranquilidad. Poder disfrutar de la comida sin sentirte culpable. Sinceramente, creo que nunca me había sentido así. Comer y comer casi nivel atracón pero en colectivo. Como buenos españoles que disfrutan de la gastronomía en una ciudad ajena. No justifico esa conducta y obviamente no me estaba dejando llevar por las necesidades de mi cuerpo que hubieran sido más restrictivas, pero estaba tranquila. No tenía esa ansiedad mental del "quiero y no puedo pero lo hago y me siento como una mierda", era libre de juicios (lo magnifico un poco, pero ahora lo veo así y me siento bien).

Después hubo comentarios del tipo: ahora en llegar a casa gimnasio y lechuga toda la semana, que si la barriga, que si los kilos, que si el peso... Y sinceramente aún no acepto este tema en boca de gente "normal" por así decirlo, que no sufre ningún "trastorno" por así decirlo también, pero no le puedo quitar el derecho de quejarse sobre eso a la gente y menos en esta encantadora sociedad.

Yo sabía, desde el principio, desde antes de irme de viaje (sí, adelantar hechos en base a sucesos pasados en los que se ha actuado de una manera, aunque no tenga por qué ser así ahora) que en llegar a casa, a pesar de estar hasta las cejas de haber comido en dos semanas lo que necesitas para un año, me iba a pegar un atracón. Por el cansancio acumulado, por la ansiedad ascendida durante esas comilonas, por el hecho de volver a estar sola después de estar tantos días rodeada de gente... por lo que fuera, así fue. Pero el hecho de saberlo, a pesar de no haberlo evitado, por el hecho de comprender que era mi forma de enfrentar ciertas situaciones, y que demasiado había estado haciendo por mí, no me sentí culpable, cosa que me hizo recobrar la tranquilidad en un breve periodo de tiempo y no prolongar esa conducta mucho más.

Ahora estoy aquí, externamente con quilos de más, pero internamente con un aprendizaje de mucho más peso.
En mi cabeza hay pensamientos intrusivos del tipo: "venga, para comer sólo lechuga", "mátate en el gimnasio", "haz la dieta de los zumos", "haz la dieta de la alcachofa", "come sólo una vez al día", "ve a una nutricionista" y cosas de ese estilo, que a pesar de pensarlas, nunca me han funcionado y no me han hecho más feliz, al contrario. Entonces ¿por qué prestarle atención a esos pensamientos? Ya dije que no estaba por la labor de ponerme a dieta, no quiero engañarme.
Haré lo que esté en mi mano para nutrirme con lo que me haga falta. En ocasiones rechazaré un trozo de tarta porque no vea la necesidad de comérmela y otras me la comeré, iré al gimnasio cuando pueda y me apetezca porque me gusta y a mi cuerpo le hace bien, tan simple.

El párrafo anterior es la prueba final de que he cambiado, de que he avanzado. Me estoy dando un voto de confianza  a mí misma, estoy confiando en mí. Estoy poniendo mi vida en mis manos, estoy dejándome ser dueña de mi misma.
Llegar hasta aquí, aunque sólo sea escribir esto, aunque sólo sea hacer que estas palabras pasen por mi mente unos segundos, es un gran logro, mi logro.
Se puede.

Twitter
Facebook

1 comentario:

  1. Sí, efectivamente creo que has dado un paso de gigante, porque así lo vives tú. Sé feliz contigo misma; lo demás, los demás, que se preocupen de ellos.

    Me ha gustado mucho el artículo

    ResponderEliminar