Desde siempre me ha gustado escribir cosas que sentía o pensaba. Era una forma de poder expresarme ya que siempre me ha dado vergüenza compartir con los demás lo que yo podía sentir.
No sé si seré buena en esto, pero creo que este blog me
puede hacer bien, y si por casualidad hay alguien que me lee y puede sacar algo de ello, pues mejor que
mejor.
No hablaré de nada nuevo, pero no sé por qué, tengo la
necesidad de compartir con los demás una parte del proceso de mi vida. Quizá
porque muchas veces haya sentido que nadie me comprendía o quizá porque piense
que pueda haber alguien como yo por ahí que leyendo alguna de mis líneas se
pueda sentir acompañad@ como a mí me hubiera gustado en esos momentos.
MI PROBLEMA: LA PUNTA DEL ICEBERG
Soy mujer, tengo 24 años y desde bien pequeña he estado
gorda.
Vaya forma de presentación, ¿no? Sí, supongo que soy algo
más que esas tres características nombradas, pero esa última, ha sido la que ha
regido mi vida desde que tengo recuerdo.
No, yo no pienso que una persona sea un físico ni que sus
cualidades se midan por ello, pero desde luego que esa premisa no la apliqué en
mí. En casa del herrero, cuchara de palo se dice.
Trastorno por atracón, comedora compulsiva, comedora
emocional, glotona sin causa… llámalo como quieras, ese es mi problema, o eso he
creído siempre.
Siempre me ha gustado comer de todo y mucho y hablar de esto
me resulta bastante vergonzoso, sobretodo por la incomprensión de la gente que
siempre ha tenido una relación sana con la comida, a la cual envidio: “Tranquila, si a mí también me pasa”, “Eso
son los nervios”, “No pasa nada, ahora comes un poco menos y ya está”. Esos
comentarios sólo hacían que aumentara mi sentimiento de incomprensión, porque
sabía que mi problema iba más allá de todo eso.
La primera vez que me puse a dieta tenía 13 años y adelgacé 16
kilos en 6-7 meses. Engordé 22 Kg en menos tiempo, y así en varias ocasiones
hasta mi momento actual, del cual hablaré más adelante.
Era capaz de seguir unas dietas estrictas durante varios
meses, de no pasarme ni una pizca, de hacerlo todo correctamente, COMO DEBÍA DE
SER. Hasta que me hacía creer que ya estaba, y entonces, volvía mi ser oscuro, el atracón.
EL ATRACÓN
El atracón no es comer y pasarse un día un poco y sentirse
hinchado, es algo más. En mi caso, durante la adolescencia (dura época para
un/a gord@), era una conducta que se repetía prácticamente todos los días y que
después, con mucha tenacidad y trabajo personal ha ido disminuyendo en
frecuencia y cantidad.
Un bote de nocilla y 12 magdalenas podían componer UNA PARTE
de la merienda, más todo lo demás… que realmente me da vergüenza contar. Si no
había nada de comer podía llegar a mezclar un poco de harina con azúcar, unos
huevos y leche y prepararme cualquier cosa dulce y con un poco de consistencia para
calmar a ese SER dentro de mí que parecía tener vida propia.
Solía guardar los desperdicios y tirarlos al día siguiente
en la calle o meterlos en el fondo de la papelera para que en casa no se dieran
cuenta y mantenerlo en secreto.
EL SENTIMIENTO: Lo que viene después del atracón.
Lo peor. Sentirse como una puto cero a la izquierda, como
una mierda. Sentir que no vales nada en este mundo, no saber qué haces aquí ni
cual es tu propósito. Llorar y llorar desesperadamente por algo que sólo TÚ te has
provocado y que es CULPA tuya. Sentir que no te mereces nada, o que te mereces
todo lo peor que pueda existir. Sentimiento de rabia, furia, sentir un nudo en
el pecho que no te deja respirar y sólo querer clavarte un cuchillo y dejar de
existir. Sentir esto día tras día, semana tras semana y AÑO tras AÑO. Y luego
salir a la calle y sonreír y hacer creer a todo el mundo que eres una persona
muy feliz, hasta que llegas a tu casa y de puertas hacia dentro se vuelve a
repetir la misma historia.
No sé si he sabido plasmar ese dolor que podía sentir, pero
desde luego que en esos momentos era real.
Tampoco es que recuerde esa etapa como infeliz, ni mucho
menos, pero esos momentos estuvieron ahí, además de ser un pasado bastante cercando.
MI PERSONALIDAD
Mi personalidad se forjó rodeada de gente que me quería, una
buena familia, amig@s... Pero al parecer, mi mente los tapó con un tupido velo
y se quedó con aquellos mensajes que tod@ niñ@ con algún “defecto” habrá recibido
por parte de esos otros niños que consiguen “apoderarse” de las riendas de la
clase. Yo era gorda por lo que crecí creyendo que no valía para nada, que no
tenía derechos y que para tener algo tenía que ser buena y dejarme pisotear por
los demás para que me quisieran, porque ¿quién iba a querer a una gorda?
Y ese pensamiento de inferioridad y baja autoestima es el
que me acompañó desde entonces y con el que me enfrenté al mundo, perdiendo
muchas batallas con la comida, con mis seres queridos, pero sobretodo, conmigo
misma.
Esa era mi visión entonces, el verlo todo oscuro, pensar que
mi problema era estar gorda, los atracones… intentar vencerlos, luchar contra
ellos, luchar contra lo que YO ERA, sentirme identificada con eso. Que todo lo que me pasaba era por lo mismo,
por estar gorda, si llovía, era mi culpa, porque yo estaba gorda.
Han sido muchos años mandándome pensamientos negativos, de
culpa y desprecio hacia mí misma, hasta que un día, en el mismo sitio donde
estaba, me di cuenta, de que si quitaba ese tupido velo, vería luz donde antes
no me atrevía a mirar…
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