lunes, 3 de febrero de 2014

¿ME PESO?



Años atrás hubiera sido como una de las billones de personas que dicen que después de Navidad, antes del verano, después de las vacaciones, después de acabar con la oposición... se pondrán a dieta, mañana no sé, pero hoy no soy una de esas personas.

Está claro que las personas que tenemos un problema de mala relación con la comida, al final desarrollamos una cierta obsesión por el peso, totalmente comprensible, ya que nuestro cuerpo puede experimentar cambios desorbitados en poco más de una semana y por la culpabilidad que sentimos al ver que no seguimos los cánones de belleza que nos impone la sociedad.

¿Pues sabes qué? Ahora no me apetece ponerme a dieta, ¡¡SOY UNA REBELDE!!

Como he dicho en otras ocasiones, ya sé que la felicidad no se esconde bajo una pérdida de quilos y no me apetece eclipsar mi desarrollo personal con una falsa creencia de felicidad que es la que me crea la disminución de mi peso, para luego lo de siempre, que llegue el monstruo del atracón y me de palizas constantes porque seguía estando ahí a pesar de que lo tapaba con una sábana de dietas y restricciones.

Nunca he sabido estar gorda. Quiero decir, que nunca he estado a gusto conmigo misma estando gorda. Siempre he pensado que un gordo no puede ser feliz, que debajo de esa capa de grasa se esconden un sufrimiento y una carga insoportables.
Quizá no me equivoque en algún caso y puede que la grasa sea una capa que nos protege del inmenso sufrimiento que albergamos en nuestro interior, pero eso no sólo nos pasa a los gordos. Cada uno desarrolla sus mecanismos de defensa para intentar enfrentarse a este mundo como puede, así que tod@s estamos en igual de condiciones para poder ser felices.

¡Me he dado cuenta de que hay más opciones a parte de intentar toda mi vida estar delgada! Sólo que esas opciones no las vemos en la tele ni en las revistas, por eso me ha costado un poco más encontrarlas.

Ahora quiero cambiar de perspectiva. Quiero estar a gusto siendo gorda. Quiero aceptarme tal y como soy. Quiero sentirme bien con lo que hago. Me gusta el deporte, me gusta comer sano, me gustan los dulces y los salados y me gusta intentar mantener un equilibrio, que es el que no me hace daño.

Lo que quiero decir con esto es que aceptarse la gordura no significa: ¡A hincharse a comer!,  significa estar bien con lo que hay, significa sentirse en paz, tranquila, significa calmar esa ansiedad de no sentirte con los pies en el suelo, un detonante menos que te llevará a arrasar con el armario.

Un día me pregunté: si tanto quiero estar delgada, ¿Qué más haría yo si no estuviera gorda? ¿Qué cambiaría realmente de mí? ¿Qué haría ahora mismo si estuviera delgada? ¿Me querrían más?¿Triunfaría en el trabajo? ¿Sería más inteligente? ¿Follaría más? ¿Se enamorarían de mí? La mente te vende muchas cosas, pero te das cuenta de que todo lo puedes hacer aquí y ahora, no hace falta perder quilos. Follar es fácil y si alguien me quiere por estar flaca seguramente no sea el tipo de persona con la que yo querría estar, y con lo demás, seguiría teniendo el mismo sentimiento de inferioridad si no abordo el problema por otros frentes.

Y cuando empieza a dejar de molestarme la gordura, empiezan a molestarme otras cosas de mí, entonces me doy cuenta de que el problema no es tanto el peso, si no la mirada que tengo de mí misma.


¡Ah por cierto! No me voy a pesar.

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